Como pasan los años

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martes, 23 de septiembre de 2008

Espantapájaros

La semilla del generoso pan se había esparcido por el campo abierto. La tierra, como madre protectora, le dio calor en su regazo, para esperar la llegada de los humanos. Comprendiendo la importancia del suceso, decidieron formar una cooperativa, el viento, la lluvia, el sol, la luna y todos los siglos pasados y por venir, para asegurar la existencia del pan, en el futuro.
Los niños más antiguos del planeta, los pájaros, descubrieron que el campo era un quiosco de golosinas. Y como todos aquellos que hacen de la vida, un juego digno de ser jugado y quieren absorber los más dulce del día, y es justo que así sea, entre vuelo y vuelo, devotaban la semilla.
Los socios de la cooperativa decidieron intervenir, creando un nuevo habitante que reuniera la fertilidad de la tierra, la alegría del vuelo y lo permanencia de lo naturalmente necesario. Cuerpo de madera, del árbol que sabe de la función procreadora del agua subiendo por sus venas: piernas de paja, hija de la misma tierra, hermana de la semilla que debía ser cuidada de los pájaros; brazos abiertos, como un llamado, como un abrazo tendido al infinito; finalmente fue cubierto con una vestidura vegetal, que luego abrigaría al ser humano. Cuando alcanzó su estatura definitiva, los pájaros, como sucede con los niños, se asustaron y dejaron de picotear el campo. De allí que fue llamado Espantapájaros.
Como sucede siempre, y es justo que así sea, una paloma más audaz e insolente que sus hermanas, se atrevió a desafiar la presencia del recién llegado. Este, que estaba de pie, sostenido escencialmente por la ternura de la tierra, no tenía medios ni intención de hacer daño a ninguna criatura viviente. A partir de allí, los eternos niños del planeta, regresaron a jugar en el campo.
Los socios de la cooperativa, decidieron intervenir una vez más. El sol y la luna maduraron un grano de tdrigo. La lluvia le dio de beber lo necesario para la misión que le sería encomendada, y finalmente el viento lo arrancó de la tierra y lo depositó en el costado izquierdo del afligido espantapájaros.
Le fue creciendo entonces, un corazón verde. Pero, a veces, ante la destrucción, inocente, pero destrucción al fin, que causaban los pájaros, se ponía amarillo de tristeza. Estos entonces, como sucede con los niños, que no saben ni quieren disfrutar de la crueldad, dejaban el campo en paz, Hasta que el corazón del buen espantapájaros recobraba su verdor. Esto se fue fue sucediendo con ayuda de los siglos, hasta que llegó por fin el día de los humanos, que disfrutaron del pan, extendido por la tierra.

Pero, natural y lamentablemente, los humanos dejaron de ser niños, y no sabemos si es justo que así sea. Y los juegos dejaron de serlo. Y la inocencia fue reemplazada por la ambición, y esta creó a la envidia, y esta a su vez, creó el odio. Y un día, el campo no fue escenario del vuelo de los pájaros, sino de los hombres persiguiendo, secuestrando y asesinando a los hombres.
Por eso, cuando vean a un espantapájaros, y los eternos niños de la tierra revoloteando a su alrededor, no crean que está comiendo la semilla. Están haciendo jugar al espantapájaros, para que no muera de tristeza, por tantos siglos de cuidar el pan, para que los hombres lo destruyan.

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