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martes, 23 de septiembre de 2008

La hormiga soñadora

En el país de las hormigas, todos sabían que “el ahorro es la base de la fortuna”. También era de conocimiento general, que el orden era la única forma de garantizar el progreso...Entonces, ordenadamente ahorraban. Todo lo que se les cruzaba en el camino, sin saber para qué, almacenaban cosas que podrían haber alegrado algún momento de su vida pero en lugar de usarlas, las guardaban: el aroma de un pimpollo de rosa, el eco del canto de la cigarra, la frescura de la risa de un niño. A doña Juana Hormiga (en el país de estas hormigas todas tienen el mismo apellido, hasta la paternidad es una actividad colectiva), jamás se le ocurriría, ni soñando, (si a las hormigas se les permitiera soñar) que alguna vez podría hacer un camino distinto al de todos los días, o que la rutina podía ser alterada con un mínimo gesto creativo.
Todos los días, en el país de las hormigas, se desarrollaban exactamente iguales. El mismo saludo con los mismos vecinos, el mismo camino, las mismas rosas para masticar...No sé si les aclaré que hablamos del país de las hormigas negras, a menudo atacadas por las hormigas coloradas, (feroces y depredadoras) para quitarles sus ahorros. Un día de otoño, doña Juana Hormiga estaba ocupadísima cortando una hoja de un rosal. Era un rosal viejo, sus hojas y sus pimpollos, muy duros y pesados. Doña Juana cortó un pedazo demasiado grande, aún para ella, acostumbrada a cargar pesos que nosotros ni podemos imaginarnos. Terminó de cortar su enorme pedazo de hoja y comenzó su camino de regreso. A poco andar sintió que el peso de la hoja la abrumaba; de todas maneras siguió su camino (era lo único que sabía hacer). Cada paso le costaba mucho más que el anterior, hasta que sintió que sus pinzas no aguantaban y el pedazo de hoja se le cayó encima.

En un primer momento se quedó inmóvil, esperando recuperar sus fuerzas. Poco a poco sintió que el pedazo de hoja la cubría del frío que ya invadía el aire, además comenzó a sentir algo muy extraño, algo totalmente desconocido en la historia del país de las hormigas. Sintió que permanecer ahí, cubierta por el pedazo de hoja, y sin hacer nada, le producía una sensación muy agradable. Sorprendida y ¿Porqué no? inmovilizada por descubrirse cansada y cómoda en su inesperado descanso, fue asaltada por más sensaciones desconocidas. Los ojos se le cerraban y las cosas que le rodeaban se veían cada vez más lejanas y borrosas.
Finalmente, aunque Doña Juana no lo sabía, se durmió. Y soñó. Se vio ella misma y a sus hermanas, que en lugar de marchar silenciosa, triste y disciplinadas una detrás de otra, yendo y viniendo siempre por el mismo camino, siempre haciendo lo mismo, bailaban al compás de un sonido extraño que, en su sueño por supuesto, una hormiga luminosa y con alas le enseñó que se llamaba música. Y notó, siempre en su sueño, que tanto ella como sus hermanas emitían también otro sonido extraño, que la misma hormiga luminosa le susurró al oído que se llamaba risa. Y soñó. Las hormigas que nacían, eran cuidadas por sus madres. No había una hormiga reina, sino que todas decidían que hacer, y entonces se ayudaban unas a otras. Cuando llegaba el invierno, le daban de comer a la cigarra que era la artista que alegraba sus días de trabajo. Soñó tantas cosas, que haría falta un libro aparte para contarlas a todas.
Finalmente, como es natural, despertó de su largo sueño. Emprendió el camino de regreso al hormiguero, tan confundida que varias veces confundió el sendero. Naturalmente también, al reunirse con las demás hormigas, contaba lo que le había sucedido, a todas las que se le cruzaban en el camino. Y les contaba todo lo que había visto en su sueño. Que felices se veían
. Al principio nadie le prestaba atención, demasiado ocupadas en su rutina. De pronto, alguna hormiga se detuvo a escucharla; luego, otra se animó a preguntarle; y luego otra que le prestaba atención, y luego otra, y otra. Y en algún momento se formó una rueda de hormigas escuchando los sueños de Doña Juana.
Así, Doña Juana quedó en la historia del país de las hormigas. La primera que se atrevió a soñar,
La primera que transmitió sus sueños al resto de las hormigas.
Y la hormiga que inauguró la condición de presa política

2 comentarios:

mola mola dijo...

SR. RUBÉN AMAYA ME GUSTARON MUCHO SUS CUENTOS, EN PARTICULAR LEÍ LA HORMIGA SOÑADORA Y LO QUE PUEDO APRENDER DE ESTA HISTORIA ES QUE AUNQUE A VECES ESTAMOS CONFORMES CON LA VIDA Y LAS COSAS QUE HACEMOS COMO RELOJITOS QUE ES DIFÍCIL DARNOS CUENTA EN REALIDAD LO QUE DESEAMOS Y QUE TAMBIÉN INNOVANDO SE PUEDE SER FELIZ. OJALA ME HICIERA EL HONOR DE VISITAR MI PAGINA PARA QUE ME DE SU OPINIÓN YA QUE VOY A EMPEZANDO Y REALMENTE ME APASIONA EL ESCRIBIR. http://monseroca.blogspot.com

ruben amaya dijo...

para http://monseroca.blogspot.com, intenté abrir tu blog, pero el sistema me dice que no dxiste. Si le parece, envíame tu correo, o la forma de comunicarme